PERCEPCIÓN DEL COLOR:  PSIQUICA


    Como lo explica Juan  Sanz, en realidad los objetos que nos rodean son físicamente incoloros. Lo que percibimos cuando los miramos son sólo sensaciones: "Lo que denominamos color no tiene lugar en el mundo físico sino en nuestro mundo psíquico, es un estímulo psíquico sugerente de conceptos". Si el color no existe y tan sólo es la apariencia que adquiere la luz, los objetos son los medios materiales que absorben y transmiten la luz de determinados colores para finalmente reflejar uno específico. El hecho de que en uno u otro objeto se proyecten colores diferentes se debe a la naturaleza misma de los pigmentos característicos de cada materia: el matiz anaranjado, típico de la zanahora, se debe a un pigmento natural llamado caroteno; el verde olivo de la aceituna a la clorofila; el rojo de la manzana a la hemoglobina; el negro del carbón a la melanina; lo tinto del vino a la antocianina, y así sucesivamente. El color de un pigmento es el color de la luz que refleja, puesto que tiene la capacidad de absorber determinadas longitudes de onda de la luz que cae sobre él y de reflejar el resto hacia el ojo que lo observa.
    Por eso es que la mayoría de los investigadores han llegado a la conclusión de que el color es una "sensación visual que funciona sólo si el ojo es alcanzado por la luz". El color existe porque hay matices y graduaciones de tono proporcionados por las ondas lumínicas; como en tantos otros fenómenos perceptivos, la imaginación se encarga de hacer lo demás.


PERCEPCIÓN DEL COLOR:  FÍSICA


    El proceso visual  se inicia en el momento en que el ojo capta y enfoca la luz para proyectarla en un pequeño hoyuelo, ubicado en la parte posterior de la retina, conocido como fóvea, lugar donde el milagro del color es procesado con una destreza y velocidad asombrosas. En la retina, se concentran los llamados fotorreceptores, los cuales, por su forma y funciones, se dividen en dos: conos y bastones. Los conos, de los que el ser humano tiene unos siete millones, son los especializados en ver los objetos a plena luz del día. Los conos hacen posible el generoso banquete del color. Concentrados en  la fóvea hacen que ésta sea el punto más adecuado para enfocar cuerpos iluminados con una luz brillante, ya que responden mejor a la sección verde amarillenta del espectro. Los bastones, de los que cada persona tiene unos 130 millones, reaccinan mejor ante las longitudes del verdeazul y bajo la luz mortecina de la oscuridad. Un ejemplo de este fenómeno se encuentra en los animales nocturnos -como las ratas y los búhos- que son ciegos a los colores debido a que su retina contiene mayor número de bastones, mientras que ciertos pájaros e insectos -como el colibrí y las abejas- tienen predominantemente conos, que por una parte les permiten ver colores prohibidos para los seres humanos, como los tonos ultravioles, y por otra les provoca una terrible ceguera nocturna.



ojo humano en sección                                                CONOS Y BASTONCILLOS      conos y bastoncillos

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EL PROCESO CEREBRAL

    Los conos y bastones están conectados con unas fibras nerviosas que envían sus impulsos hacia el cerebro a través del nervio óptico. Lo que alcanza nuestra retina es tan sólo una confusión de danzantes puntos lumninosos, caos que el cerebro se encarga de reordenar. Ahora se sabe también que casi una tercera parte de la materia gris se dedica a analizar los detalles de diferenciación del color. De hecho, fue hasta 1977 cuando el fisiólogo japonés Zeki descubrió el escondite del proceso del color: se encuentra en el hemisferio izquierdo de la llamada zona V4, donde el 60 % de las células están codificadas para registrar los colores en bruto, es decir, sin tomar en cuenta sus formas. Este complejo proceso lo logra en colaboración con otros puntos cerebrales.
    En 1801, el físico inglés Thomas Young cuestionó la naturaleza de los conos o cromorreceptores, ya que bajo su lógica el ojo humano no podía contener tantos de ellos como colores hay en el mundo. Por lo mismo, descubrió que hay tres tipos de conos: uno que trabaja únicamente con la gama de los rojos; otro, con la de los verdes, y un tercero con la de los azules. Observaciones a las que se sumó a mediados del mismo siglo el fisiólogo alemán Hermann von Helmholtz. Este último, entre muchas de sus valiosas aportaciones a la ciencia y al arte, definió las bases de la llamada mezcla aditiva del color, un sistema de interrelación de luces cromáticas, donde los primarios son el verde, el azul y el rojo, los cuales, al sobreponerse unos con otros, forman las luces secundarias.



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